Las coliflores proceden de Oriente, de la zona de Asia Menor y Líbano, la patria de los fenicios. Pero a pesar de ello en la Antigüedad no se tomaban como alimento sino como remedio a algunas enfermedades y dolencias, como los problemas de estómago, diarreas y jaquecas.
Los primeros en cultivarla para su uso como ingrediente en la cocina fueron los romanos y su consumo se extendió por el Mediterráneo debido al intenso comercio en este mar. Hasta el siglo XVII no llegó a consumirse en casi toda Europa, y en el siglo XVIII llegó a España, siendo desde entonces una de las verduras más consumidas.
La coliflor se puede cocinar de varias maneras, cocida y aliñada, rebozada y frita, al horno…
Para tomarla cocida y aliñada la hervimos hasta que esté tierna y la aliñamos con sal, vinagre y aceite. Se espolvorean con perejil picado. Estupendas para acompañar carnes, pescados, fritos…
Al horno se preparan con bechamel, buenísimas. En este caso las he refrito antes con ajito y he añadido jamón picado.
Qué necesitamos:
- Una coliflor
- Harina fina
- Leche
- Mantequilla
- Sal
- Dos dientes de ajo
- Taquitos de jamón ibérico
- Queso rallado
Cómo se hacen:
En primer lugar cocemos las pencas de coliflor en agua con sal, hasta que estén tiernas. Las cortamos. En una sartén refreímos los ajos pelados y cortados y, cuando estén dorados añadimos las coliflores cortadas, y luego el jamón.
Lo echamos en una bandeja de horno.
Cubrimos con salsa bechamel, que habremos hecho con la harina, la mantequilla y leche. Por encima echamos queso rallado.
Calentamos el horno a 180º y metemos la bandeja hasta que se dore la superficie. Buenísimo.
En casa las tomamos todas las semanas. Es cuestión de variar en su preparación.