La batata llegó a España procedente de las Indias occidentales y de ella habla Nicolás Monardes y Alfaro en su libro Primera y segunda y tercera partes de la historia, medicinas de las cosas que se traen de las Indias Occidentales que sirve a la medicina. Dice en su obra que “Las batatas, que es fruta común en aquellas tierras, tengo yo por mantenimiento de mucha sustancia, y que son medias entre carne y fruta, verdad es que son ventosas pero esto se les quita con asarlas, mayormente si se echaren en vino fino: hacen de ella conserva muy excelente, como carne de membrillos y bocadillos y cubiertas, y rayadas, y hacen potajes, cocinas, torta de ellas muy excelentes: son cubiertos para hacer sobre ellas cualquier conserva y cualquier guisado: hay tantas en España, que de Vélez Málaga cada año aquí a Sevilla, diez y doce carabelas cargadas de ellas: siembra de ellas mismas puestas las chicas, o pedazos de las grandes en sus camellas de tierras labradas, y nace muy bien, y en ocho meses están las raíces muy gordas, que se pueden comer y usar de ellas: son templadas, y guisadas o asadas ablandan el vientre, crudas no son buenas de comer porque son muy ventosas y duras de digestión”.
Esta y más curiosidades podemos leer en este enlace sobre la historia de la batata.

La composición del boniato o batata es muy similar a la de la patata, aunque tiene un contenido energético mayor por los hidratos de carbono y los azúcares. Estos últimos responsables de su dulce sabor. Por todo ello son muy adecuadas para niños y personas que realizan un mayor esfuerzo físico.
Yo ya he publicado dos recetas de batatas, al horno y en dulce o almíbar. Pero como en estas fechas son típicas y las compro siempre, pues no he podido resistirme y volver a hablar de ellas y, de camino, contar cómo me han salido este año.

He hecho batatas al horno, teniendo en cuenta que éste debe estar bien caliente, a temperatura alta y que, al ser las batatas gruesas y duras, deben estar haciéndose como mínimo una hora, según su grosor.
Nos daremos cuenta de que ya están hechas si desde fuera se ven con la piel arrugada y despegada. Y si al pincharlas las notamos blanditas.

Debemos dejarlas dentro del horno otro rato largo, aprovechando el calor residual, como se hace con los pimientos asados. Que suden.

Cuando las saquemos veremos que la piel se ha separado del interior, las cortamos y a disfrutar de ellas, de su sabor dulzón pero sin exceso. De su textura suave y agradable. Un postre delicioso.
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