La berenjena es un producto de la huerta muy mediterránea que ha sido usada por muchos países para elaborar platos típicos, como la musaka griega, nuestro pisto manchego, las berenjenas a la parmesana, el ratatouille francés…
Las podemos encontrar en los mercados con variados aspectos, cada uno con diferencias en su sabor, las moradas, las listadas moradas y blancas, las blanquecinas…En tamaño también varían, hay algunas muy pequeñas que se toman fritas como los pimientos, las he probado en la provincia de Huelva y están riquísimas. Pero las más usuales son grandes, ovaladas y de tonos morados, más o menos claros.
Como tienen un sabor un poco amargo se deben dejar que «suden» antes de cocinarlas. hay varios métodos, ya cortadas echarlas en agua con sal, por ejemplo. A mí me dijeron en Córdoba una manera que es muy eficaz. Se dejan en remojo en leche, que las cubra, unos diez minutos, la leche se oscurecerá. Las sacamos, escurrimos y secamos con papel de cocina y listo.
Qué necesitamos:
- Una o dos berenjenas, según la cantidad que queramos
- Tomate frito, mejor casero
- Lonchas de queso que funda bien
- Queso rallado para horno
- Sal
- Aceite de oliva virgen extra

Cómo se hacen:
Cortamos las berenjenas en rodajas no muy gruesas, las echamos en leche o agua con sal unos diez minutos, para que suelten el amargor. Las escurrimos y secamos. Las freímos un poco, no del todo, y salamos.
En una fuente de horno colocamos en el fondo rodajas de berenjenas, encima tomate frito, encima de éste lonchas de queso. De nuevo otras capas de los mismos ingredientes en el mismo orden. En otra receta se añaden rodajas de patatas, pero esta receta no las lleva.
Espolvoreamos abundante queso rallado por la superficie. Metemos en el horno precalentado a 180º la fuente y la dejamos hasta que el queso se haya derretido y la capa superior se vea dorada.

Muy fácil y rápido de hacer, y buena no…buenísima.